TEMPUS FUGIT |
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En tanto que de rosa y azucena Garcilaso
En tanto que de rosa y azucena
y en tanto que el cabello, que en la vena
coged de vuestra alegre primavera
Marchitará la rosa el viento helado,
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"A una calavera" Lope de Vega
Esta
cabeza, cuando viva, tuvo los ojos que, mirándola, detuvo.
Aquí
la rosa de la boca estuvo,
Aquí
la estimativa en que tenía
¡Oh
hermosura mortal, cometa al viento!,
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El poema es uno de esos ejemplos del Barroco, sobre todo del español, en que se presenta la fugacidad de la vida con cierta crudeza macabra, y podría ser ilustrado con pinturas de Valdés Leal o de Camprobín porque el tema no es en exclusiva literario. La calavera será excusa para formular una reflexión sobre el valor de la vida humana y desde el primer cuarteto nos enfrenta al desengaño de un ideal renacentista: el de la belleza femenina, que ha desaparecido dejando en su lugar una visión que atormenta por su fealdad, lejos ya de cautivar por su belleza. La rosa y azucena de Garcilaso, los ojos claros y serenos de Gutierre de Cetina, los lazos de oro de Francisco de la Torre que enamoraron y apresaron a una multitud de admiradores han dejado paso a una estructura ósea -arquitectura de estos huesos- que provoca el lamento de Lope de Vega. Este gran versificador y gran vividor, en el más amplio sentido de la palabra, puede aquí prestar su voz a su coetáneo Francisco de Borja que en 1539 abandona la corte conmovido por la muerte de la emperatriz Isabel. El poema evoca de forma descriptiva y en orden ascendente las bellezas recordadas y hoy consumidas. Los labios han desaparecido comidos por los enamorados besos de la muerte, los ojos, verdes, también han desaparecido aunque incitasen menos a la sensualidad y más a la espiritualidad del amor. Sobre los ojos, la frente. Y aquí comienza el poema de Lope a resultar tan original como inquietante. No sólo ha desaparecido una belleza natural, también lo más espiritual de nuestra mujer se nos ha desvanecido. la estimación que se encontraba en la frente era "el sentido común" que dirigía la voluntad de la mujer. Quizá hubiese de ser el Barroco quien confiriese a la mujer la capacidad no sólo de ser bella, sino de ser juiciosa e inteligente. También Cervantes concede en sus novelas gran importancia a la personalidad de la mujer: "¿No tengo yo mi alma en mi cuerpo? ¿No tengo yo quince años? Y no soy manca, ni renca, ni estropeada del entendimiento?". Dice Preciosa -La Gitanilla- cuando le preguntan quién le enseña lo que sabe. En este poema también ese entendimiento es esencial. Primero, como sentido común que la lleva a elegir en libertad con acierto, elegir con tino de modo que vivir no sea fracaso, sino éxito. En segundo lugar, con armonía entre las potencias del alma: memoria, entendimiento y voluntad, en la clasificación de San Agustín. Aquí se encuentra el verdadero hallazgo de Lope. El poeta se halla conmovido por la desaparición de unos encantos físicos, pero, en gradación ascendente, aún le conmueve más la pérdida de una persona, de un Homo sapiens, que, en este caso, es mujer. Tan sólo queda posibilidad de lamento. Así aparece en el primer verso del último terceto, ¡Oh hermosura mortal, cometa al viento!, que se constituye en metáfora sobre lo que es la vida humana. La cometa al viento es juego y es belleza, susceptible de venirse abajo a poco que un viento contrario provoque un remolino. De la imagen mitológica según la cual Las Parcas tejían un paño cuya rotura de su urdimbre suponía la muerte humana, ha sucedido la de una vida humana que también pende de un hilo, pero este se eleva sujetando esa inestable cometa susceptible de ser abismada por el viento. Los dos últimos versos más hacen referencia al hombre general que a nuestra mujer particular. Cierto que en su calavera ya no quieren estar ni los gusanos, pero ¿Acaso habría de tener una presunción fuera de lo habitual una mujer inteligente y sensata?. Sin duda, no. ¿De qué presumía el hombre renacentista?. Sin duda de su capacidad intelectiva, capaz de hacer frente a todo tipo de problema. Su presunción es más científica y técnica que otra cosa. Y esto Lope lo interpreta como error a la luz de la inestabilidad de la vida. En el Barroco, al igual que en Gótico, el hombre piensa que su destino en el mundo es vano si no logra enmarcarlo en un sentido trascendente de modo que no concluya en esta mundo.
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